Una de las cosas que mas sorprende a los estudiantes de grado de derecho, e incluso de master, cuando vienen a hacer practicas en el despacjo, son las relaciones de cordialidad que mantengo con colegas antes de entrar a la sala, cosa distinta es la defensa de los intereses que me han encargado.

Los estudiantes vienen con la idea de que, al ser adversarios, la hostilidad debe de mantenerse siempre.

Una de las soluciones la encontramos en el Código Deontológico de nuestra profesión que en su artículo 11, al tratar sobre las relaciones entre profesionales de la Abogacía exige mantener recíproca lealtad, respeto mutuo y relaciones de compañerismo.

Además hace una mención directa y clara frente a las alusiones personales dentro de escritos procesales entre partes contrarias: “En los escritos judiciales, en los informes orales y en cualquier comunicación escrita u oral, debe mantenerse siempre el más absoluto respeto a quien defiende a las demás partes, evitando toda alusión personal.”

Así pues, durante estas últimas semanas nos hemos encontrado con diferentes alusiones directas hacia la labor del abogado en escritos judiciales. Creo que estas actuaciones no deben producirse debido a que más bien, nosotros los abogados, debemos ser valedores de un respeto y una lealtad mutua entre las partes, aunque contrarias.

El abogado debe facilitar esa tarea que a los clientes se les antoja verdaderamente difícil, la cual consiste en separar los intereses de cada parte lejos de las personas que los ostentan. Entre los interesados en el proceso existen habitualmente relaciones personales, profesionales o comunitarias que están presentes durante todo el procedimiento, tintándolo con rencores y rencillas anteriores al propio conflicto de intereses. Precisamente, los letrados deben actuar como el cordón sanitario necesario en estas situaciones, sin entrar a estos conflictos personales.

Dentro de nuestra profesión podemos encontrarnos con situaciones de cualquier tipo, de una tensión mayor o menor, pero creemos que lo que no se debe perder nunca es la conciencia y el respeto absoluto a la posición que ostentamos. Y que debemos participar de ese compañerismo y esa lealtad que debe reinar en los procedimientos que enfrentan a las partes asesoradas por letrados.

Los abogados no podemos dirigirnos al cliente de la otra parte, deberíamos hablar con el otro abogado dirigiéndonos al mismo por su nombre de pila y saludarlo antes y después de la vista, sin importar lo que haya sucedido durante el desarrollo de nuestras defensas.

Estas recomendaciones protocolarias deben ir acompañadas por una actitud positiva durante nuestro trabajo en el caso concreto que incluya un trato prioritario frente al abogado contrario, atendiendo sus llamadas o correos electrónicos con una premura distinguida.

En resumen, con esta entrada queremos transmitir que nosotros somos los que hemos de cuidar de esta profesión, y principalmente, que esos cuidados deben de partir y de evidenciarse principalmente mediante las relaciones entre letrados.